martes, 6 de enero de 2015

Querido dos mil quince...

Hace unos días concluyó el año 2014.
He oído a todo el mundo hablando de deseos de cambio, de cosas a mejorar en sus vidas, de arrepentimientos y de "ojalá pudiera volver atrás y...".

Para mí, fueron los 365 días más turbulentos que he experimentado.
Durante ese año soñé más de mil y un proyectos, de los cuales solo algunos vieron la luz. Conocí personas maravillosas y otras no tan maravillosas. Tomé decisiones acertadas y otras no muy acertadas. Confié en talentos sin desarrollar que en alguna ocasión se olvidaron de mí y me hicieron tocar de nuevo con los pies en la tierra. Puse las cartas sobre la mesa en partidas de mi vida en las que nunca me había atrevido a tomar partido. En algunas gané y en otras perdí estrepitosamente, perdiendo todo lo que aposté...

Y siendo este un panorama para muchos aterrador, yo solo quiero pedirle al año que acaba de despegar que me lleve por la continuación del camino que recorrí mientras duró su antecesor; que siga abriéndome las puertas y dándome las claves para re-descubrirme día a día; que no me fallen las energías ni la ilusión por mis estudios y mi (¿porque no llamarlo ya así?) trabajo; que me acompañe la inocencia que ha estado conmigo hasta ahora para dejarme caer y así poder levantarme; que cada día requiera un nuevo esfuerzo que renueve mi hambre inagotable de aprender.

Obviamente, todo esto no puedo afrontarlo solo. Nadie puede afrontar la vida solo. Por ello le pido, por último, pero no menos importante, que no me falte el amor y la amistad verdaderas que he tenido a mi lado durante todo esta locura de recorrido. Aunque no lo diga nunca, tengo una familia y unos amigos que valen más que cualquier cosa. Me brindan el apoyo necesario, pese a mis formas con ellos, incondicional y gratuitamente, cosa sin la que no estaría donde y como estoy, cumpliendo mis sueños.

¡A trabajar!

Rgb!


lunes, 16 de junio de 2014

Una visita guiada por el infierno

-Va, habla - dijo, con tono amenazante-. ¡Vamos! Ahora tienes la oportunidad. ¡Habla!

No hubo respuesta alguna por su parte. Permanecía callado, con la mirada perdida en la pared, las pupilas dilatadas, sin mover ni siquiera un milímetro los párpados.
Su pecho no daba señal alguna de respiración.
Simplemente estaba ahí, sentado en una silla, sin vestir más que unos vaqueros de cintura baja, viejos y estropeados, con los pies descalzos en el suelo frío, las manos atadas con un cordel beige, rozaduras en las muñecas, el cuerpo inclinado hacia delante y una media sonrisa desdibujada en su rostro que indicaba que parte de él disfrutaba con ello.

Todo aquello había ido demasiado lejos. Uriel sabia que aquello le estaba bien empleado. Hacía ya mucho tiempo que esperaba que sucediera. Conocía las consecuencias de sus acciones. Consecuencias que le torturarían hasta la locura y que harían de él un montón de carne y huesos sin alma ni razón.
Pero de algún modo, su lado más oscuro anhelaba quedar atado pagando por sus pecados y recibiendo el castigo que merecía por todos sus actos.

De repente un escalofrío ascendió por su columna vertebral hasta llegar a la nuca, y entonces, contrayendo la cara, sintió la punzada de dolor.
Tras el latigazo, su vista se nublaba por momentos, sus pupilas se dilataban cada vez más al igual que su sonrisa.

-¡Mi paciencia se agota! - dijo la misteriosa voz, mientras agitaba el látigo, dando en el blanco de nuevo, acentuando aún más la sonrisa de Uriel - ¿No vas a decir nada? ¡Voy a hacer que desaparezca esa sonrisa de tu cara, imbécil! -

Con cada nuevo golpe de su captor, un recuerdo de sus fechorías inundaba su mente, acompañado de dolor. Y eso le aliviaba.
Intuía cuantos golpes más tendría que soportar. Uno por cada mala elección. De repente supo que no saldría de allí en mucho, mucho tiempo.

¿Qué le había llevado hasta ahí? Razones ilógicas que le inducían a la autodestrucción, la idea de que no merecía la vida que le había tocado vivir, la necesidad de emociones que no creía poder alcanzar de otro modo.
Quizás con esto buscaba la redención. Ser merecedor de tan brillante vida aun creyéndose mala persona.
Si, con eso debería bastar. Después de eso disfrutaría de todo cuanto le cayese del cielo. Pero antes, debía visitar el infierno.

De nuevo otro latigazo le hizo encoger la cara y todos los músculos del cuerpo. Esta vez había sido en el hombro derecho. Empezó a notar un hilo de sangre deslizándose por el canal que marcaba su columna.
Su sonrisa era casi completa. Y sus ojos, abiertos como platos, seguían fijos en la pared, mirando sin ver.

(...)

Había perdido ya la cuenta de los recuerdos revenidos y, por consecuencia, de los latigazos.
El dolor intenso, hacía que no pudiera numerar con exactitud las heridas de su espalda, la pérdida de sangre empezaba a hacer mella en la fortaleza de su mente, su sonrisa se había desvanecido y sus ojos casi se habían cerrado por completo.

Después de unos minutos, quizás horas, de silencio absoluto, solo interrumpido por el sonido de los tubos fluorescentes al parpadear, su secuestrador liberó sus muñecas y lo rodeó hasta ponerse frente a él.

Uriel no se atrevía a levantar la mirada. Tenía miedo de descubrir el rostro de quién había ejecutado tal masacre en su cuerpo y su mente. La idea de que ese rostro le perseguiría para siempre, mortificándolo y recordándole a cada segundo su visita al infierno, le aterraba.

Uriel solo podía ver las piernas de su captor. Llevaba los pies también descalzos, tocando el mismo suelo helado que él y unos pantalones blancos, moteados con manchas rojas, irregulares. "Sangre - pensó Uriel, mientras empezaba a temblar -, mi sangre".
El castigador dejó caer el látigo al suelo, dejando entrever las rozaduras, al rojo vivo, que este le había provocado en la mano desnuda.
Al parecer no había tomado muchas precauciones para consigo mismo antes de comenzar con todo aquello.
Quizás no le importaba el daño que pudiera sufrir siempre y cuando cumpliera su cometido.

Éste emitió un sonido gutural, puede que un intento de sonrisa frustrado, y agarró a Uriel de la barbilla, levantando su rostro. Él momento de conocer su identidad había llegado. No había vuelta atrás.

De pronto sus miradas se encontraron. El secuestrador sonreía. Una sonrisa inocente, juvenil y despreocupada iluminaba su cara.
Los ojos de Uriel se abrieron como platos. No podía ser. No podía creerlo. La identidad de quién le había guiado en su visita por el infierno no era otra que la de él mismo. Un reflejo de él mismo se hallaba ante sus ojos. Era él, él mismo, quién se había estado castigando por todo aquello que creía haber hecho mal.
Se vio a si mismo sonriendo de la forma que siempre había querido sonreír.
Sin preocupaciones, sin complejos, sin rabia, sin miedo...

martes, 17 de diciembre de 2013

Todos hablan de amor, pero pocos lo hacen.

Me encantaría plasmar en palabras el significado que tiene para mi esa palabra: "AMOR", tan grande, tan especial, tan grande, que siempre está en boca de todos y que casi nunca se pronuncia de forma acertada.

Para hablar de él, primero hay que hablar de los sentimientos. Y no son más que minúsculos momentos. Pequeñas descargas que no atienden a razones, que invaden primero nuestro corazón y que se expanden por todo nuestro cuerpo. No son duraderos, pero su efecto en nosotros casi siempre lo es. Los hay malos y buenos; malos que se convierten en buenos; y buenos que se convierten en malos.

Y el amor no es más que eso, un sentimiento. El más bueno de todos los que existen. Que hace que todo lo malo parezca menos malo, y lo bueno, mejor. Que nos emboba, nos sirve la felicidad en bandeja, que nos mantiene ocupados, incluso en nuestros sueños, trabajando para que no se esfume, día a día.
Pero es un trabajo que no nos cuesta, que nos agrada, que nos complace hacer.

Y el amor no sólo se reduce a una pareja, no. El amor va mucho más allá.
Podemos verlo en los ojos de un padre o una madre al ver por primera vez a su hijo, al oír su primer llanto, o cambiarle el pañal. En la sonrisa de una madre al recoger a su hijo del colegio, en la mirada del hijo en el momento en que la ve y acto seguido corre hacia ella. En la respiración contenida de un padre cuando su hija llega tarde a casa, y en las lágrimas de la hija cuando le abraza después de la riña. En los llorosos ojos de ambos padres al ver a su hijo o hija emprender su propio camino, abandonando el nido.

También podemos encontrarlo en una amistad. En el abrazo de tu amigo o amiga del alma, después de un tiempo sin veros. En la comprensión del uno cuando el otro confiesa algo con temor al rechazo.

Sin duda alguna, lo sentimos en la mirada de los ojos ya cansados de nuestros abuelos, en su constante besuqueo y en sus historias de juventud.

Por supuesto lo agradecemos del gruñido amistoso de nuestras mascotas, o de su apoyo cuando saben que estamos mal y se acurrucan a nuestro lado.

No me olvido del tipo de amor qué está siempre en boca de todos. Ese amor que se siente únicamente por una sola persona al mismo tiempo. Ese que hasta conseguirlo nos hace temblar, reír, llorar, sufrir...
Ése que sólo ese alguien especial nos entrega y le entregamos, y que hace feliz día tras día a quien tiene la suerte de vibrar con él.

Al amor, por desgracia, muchos lo esquivan o lo temen. La mayoría porque lo han tenido y lo han perdido, y el dolor que eso causa da mucho miedo.

Todos hablamos con todos sobre nuestro amor y el de otros, o de la ausencia de él.

Para terminar, quiero proponeros algo: ¿Qué os parece si cómo propósito para este próximo año 2014 dejamos de hablar tanto del amor, y lo hacemos más?

Felices fiestas a tod@s!
rgb^^

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Busca cada día ese algo...

...Que te haga saltar de la cama.
...que dé un giro de 180 grados a tu rutina, un cambio.
...que sacie tu curiosidad.
...que te ayude a encontrar tu propia personalidad, a ti mismo.
...que te haga sentir distinto, vivo.
...que te permita coger las riendas.
...que plante una sonrisa en tu rostro con seguridad para saber que crecerá, florecerá y dará frutos.
...que no te dé lugar a preguntarte qué hubiera pasado si no lo hubieras dado todo.
...que abra tus ojos a la luz, tu verdad.
...que te haga mejor persona.
...que saque a flote tus sentimientos.
...que suponga un reto para ti.
...que haga latir tu corazón, y puedas sentirlo.
...que te renueve la energía, el buen humor, la calma.

...pero, por encima de todo, busca cada día ese algo que todos queremos y no sabemos encontrar:
tu propia felicidad!

rgb^^

martes, 12 de noviembre de 2013

Nunca he dejado de vivir aquí

Últimamente esos pedazos de mí, perdidos tiempo atrás, han regresado como flechas disparadas a gran velocidad, la mayoría dolorosas, otras cuantas con lecciones importantes y unas pocas regalándome un poco de la tan ansiada autoestima, tan escasa y tan necesaria.

Hace unos meses me sentía perdido, sin rumbo aparente, dejándome llevar por el viento y las olas.
Tenía una vida estructurada, con un futuro en el horizonte. Solo que construida sobre un mar de arena, que acabó cediendo, engullendolo todo y dejándome ahí, tirado en medio de un desierto, sin agua, sin sol ni luna, sin frío ni calor.
Estaba en medio de la nada, hundiéndome un poco más a cada paso que daba, tragando arena con cada bocanada de aire, ahogándome por momentos.

Entonces ocurrió. Cerré los ojos muy fuerte, me concentré y los vi volver. Los pedazos de mi vida, que ese mar de arena se había tragado, volaban de vuelta hacia mi, convertidos en agua, en sol y en luna, en frío y calor, en latidos, en sentimientos contradictorios, pero sentimientos, al fin y al cabo.
Abrí los ojos y ya no había arena. Me encontré en medio de una llanura, lisa, esperando a ser reformada por mi, sólo por mi, a mi antojo. El aire que allí se respiraba era puro, energético. Me dieron ganas de vivir, de esforzarme por construir algo allí, en aquella llanura de suelo firme.
Sólo tenia que asegurarme de construir con precaución, sin prisas, algo resistente, que aguantara vendavales y tormentas. Y contaba con la ilusión, el coraje y las lecciones suficientes para realizarlo.

Y así es como los pedazos de lo que un día fuiste tú emergen de las profundidades, vuelven, después de años, de los lugares donde se perdieron, dónde los dejaste, para converger de nuevo, formar otra vez ese "tú", un "tú" mejorado, sin inseguridades, sin miedos.
Ese "tú" que, al perder el norte, con solo cerrar los ojos y concentrarte sepas reanudar tu camino estando seguro de que nunca has dejado de vivir ahí, de pertenecer a ese lugar que se encuentra únicamente dentro de ti mismo.

Lo sorprendente es que cada trozo, cada uno de los fragmentos que se perdieron, que desechaste, vuelve con algo nuevo. Algunos con una lección, otros con un poco de amor propio, unos pocos con felicidad y muchos con fuerza, energía. Estos últimos, al unirse de nuevo al nuevo "tú", duelen. Pero es un dolor superficial que hay que saber torear para poder absorber la verdadera esencia, el verdadero mensaje que portan: ese soplo de aire fresco que nos da fuerza para ser mejor persona.

Ahora estoy seguro de que nunca he dejado de vivir aquí.

rgb^^

domingo, 20 de octubre de 2013

Mi tiempo para meditar...

Uno cree que se conoce a si mismo... hasta que de verdad lo hace, y entonces algo cambia por dentro mientras piensas "joder, de verdad yo soy asi, capaz de hacer esto y lo otro, de ser feliz cuando y como quiera, y aun no me habia dado cuenta?"

Asi que si, estos dias en los que haces como los monjes budistas (pero a lo "spanish way"), eso de meditar, que sirve tanto y tan pocos hacemos, de verdad te das cuenta de lo facil que puede ser todo, y lo dificil que lo hacemos. Nos gustan mas las carreteras de montaña que la autopista, es una realidad.

Al fin he aprendido que no es malo no tener todo lo que uno desea, porque esa sensación de deseo es necesaria para sentirnos vivos; ahora se que lo más complejo que existe en este mundo no esta precisamente en el exterior, sino dentro de cada uno de nosotros, mucho mas complicado que cualquier nueva tecnologia o ciencia; me he dado cuenta de que no hay que gastar todo nuestro tiempo en una meta que quizás nunca alcanzaremos, pero que, a la vez, hay que tener algo por lo que luchar, algo que conseguir que nos haga tener ilusión y ganas de despertarnos por las mañanas, con energía; y por último, he comprobado que sociabilizar esta en nuestra naturaleza, debemos hacerlo para sentirnos bien y, por supuesto, aprender de todas y cada una de las personas que se crucen en nuestra vida.

Las personas vienen y van, algunas se quedan para siempre, otras aparecen y desaparecen, de otras que creiamos inseparables no volvemos a saber nada nunca más. Pero esta todo bien, asi es y asi tiene que ser.

rgb^^

viernes, 16 de noviembre de 2012

Cuando se rompe un pedacito del alma...


Las cicatrices pueden ser de muchas formas y tipos; y causadas por tantas cosas diferentes como cicatrices hay en el mundo.
Pueden ser visibles o invisibles; físicas o sentimentales; feas o atractivas; misteriosas o simples; algunas algunas muy fáciles de sanar, otras muy difíciles, y otras imposibles.
Cada una de ellas cuenta una historia, ya sea triste, feliz, cómica, desagradable...
Pero una historia al fin y al cabo. Una historia única e irrepetible que a su vez, nos hace únicos e irrepetibles a cada uno de nosotros, con nuestras propias cicatrices.
Esas marcas que todos poseemos en mayor o menor medida, y que adquirimos a lo largo de nuestras vidas, forjan nuestra personalidad y guían nuestra forma de vida.

A veces, por desgracia, las malas cicatrices, las que no están aun curadas, pueden afectarnos de manera negativa.
Al no haber sanado, no podemos asimilar la lección y el mensaje que realmente nos va a transmitir esa herida aun abierta. Por eso, tendemos a reaccionar con los demás de forma arisca y defensiva, para que no puedan acercarse a la herida y nos hagan daño, sobretodo cuando lo que nos duele es un pedacito del alma, cuando el dolor es más insoportable que cualquier dolor físico.
El problema está en que, sin darnos cuenta, atacamos a todo el mundo, anteponiendo nuestro ego y nuestros sentimientos. Y de esta forma, probablemente acabamos alejando de nosotros a quien tiene la cura.

Debido a ciertas situaciones en mi vida más reciente, me he parado a reflexionar sobre eso, y invito a todo el que lea este texto a que reflexione que es más importante: ¿crear una barrera defensiva a tu alrededor que no permita que nadie se acerque; o por el contrario arriesgarse al dolor y dejar tus sentimientos a su libre albedrío para que alguien pueda sanar nuestro ser?

RGB ^^

Seguidores

Datos personales