viernes, 16 de noviembre de 2012

Cuando se rompe un pedacito del alma...


Las cicatrices pueden ser de muchas formas y tipos; y causadas por tantas cosas diferentes como cicatrices hay en el mundo.
Pueden ser visibles o invisibles; físicas o sentimentales; feas o atractivas; misteriosas o simples; algunas algunas muy fáciles de sanar, otras muy difíciles, y otras imposibles.
Cada una de ellas cuenta una historia, ya sea triste, feliz, cómica, desagradable...
Pero una historia al fin y al cabo. Una historia única e irrepetible que a su vez, nos hace únicos e irrepetibles a cada uno de nosotros, con nuestras propias cicatrices.
Esas marcas que todos poseemos en mayor o menor medida, y que adquirimos a lo largo de nuestras vidas, forjan nuestra personalidad y guían nuestra forma de vida.

A veces, por desgracia, las malas cicatrices, las que no están aun curadas, pueden afectarnos de manera negativa.
Al no haber sanado, no podemos asimilar la lección y el mensaje que realmente nos va a transmitir esa herida aun abierta. Por eso, tendemos a reaccionar con los demás de forma arisca y defensiva, para que no puedan acercarse a la herida y nos hagan daño, sobretodo cuando lo que nos duele es un pedacito del alma, cuando el dolor es más insoportable que cualquier dolor físico.
El problema está en que, sin darnos cuenta, atacamos a todo el mundo, anteponiendo nuestro ego y nuestros sentimientos. Y de esta forma, probablemente acabamos alejando de nosotros a quien tiene la cura.

Debido a ciertas situaciones en mi vida más reciente, me he parado a reflexionar sobre eso, y invito a todo el que lea este texto a que reflexione que es más importante: ¿crear una barrera defensiva a tu alrededor que no permita que nadie se acerque; o por el contrario arriesgarse al dolor y dejar tus sentimientos a su libre albedrío para que alguien pueda sanar nuestro ser?

RGB ^^

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