Mis ojos se cierran de nuevo. Mi cabeza apoyada cómodamente en su pecho.
Suena la alarma. Asumo que no estoy soñando y con un esfuerzo sobrehumano me levanto, separándome de las cálidas sábanas que hemos calentado entre los dos, de su pecho y sus labios. Me pongo de pie, desnudo en todos los sentidos, expuesto al frío y la soledad de una madrugada demasiado temprana y una inminente carrera a través de un camino desconocido.
Me dirijo al lavabo a asearme, aún sin despertar del todo. No soy consciente aún de que en breve saldré de la comodidad de un abrazo cálido durante una noche fria para adentrarme en la soledad de la niebla al amanecer.
Vuelvo a la habitación, ya mas despierto. Agarro mi mochila, le beso, le abrazo, le vuelvo a besar. He de irme.
Cierro la puerta a mi espalda y bajo las escaleras. Abro la puerta a la calle y, tal como esperaba: niebla, frío.
Oigo un repiqueteo detrás de mi: Él saludandome desde la ventana, con una sonrisa dibujada en sus labios, despedida en sus ojos y un nudo en la garganta. Exactamente como yo.
Decido empezar a caminar. Un par de pasos, me vuelvo a girar. Solo veo la cortina. Él ya ha vuelto a la cama y ahora estoy solo. Me dirijo a la estación.
El pitido y el sonido de las puertecillas mecánicas al pasar mi tarjeta de metro a la entrada de la estación marcan el comienzo del fin.
Y después de todo fin hay un nuevo comienzo...
Rgb